Llega un momento en el que te paras, respiras, cierras los ojos y comienzas a rebobinar, pero no alcanzas a reconocer cual fue el momento, el olor, el día exacto, la sensación o la persona que te acompañaba cuando la vida empezó a correr demasiado deprisa, cuando te diste cuenta de que crecías, que los problemas ya no eran cosas que los demás solucionarían por ti.
Hacía tiempo que no llegaba la niebla, las tardes de domingo, que no lograba sentarme durante un largo rato delante de la ventana de mi vida escuchando canciones de esas que me llevan a un día de los que el viento sopla con delicadeza y te acaricia, de los de primavera en los labios y roce de la hierba con la yema de los dedos, de amapolas marginadas, de soledad.
¡Qué tontería! ¿Acaso existe un solo día en el que no viajemos solos?.
“Elige bien” no para de gritar mi cabeza continuamente. Si todo fuera tan fácil como mi elección,…
Lisboa. Verano 2010
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